Felicitaciones a todos (as) los (as) maestros (as) en su día, deseamos que mantengan la alegría que da servir a los demás, porque somos maestros al estilo de Jesús, que siendo el maestro y líder se puso a los pies de sus discípulos, no se colocó por encima, sino que siempre fue el servidor de todos, manteniendo la alegría y el gozo que da el vivir construyendo el reino de Dios en la tierra.
En esta ocasión tan especial, queremos compartir algunos fragmentos de las palabras de Antonio Pérez Esclarín al recibir el Premio Jesús Maestro otorgado por la
CIEC en el 2004 para la reflexión.
"La educación de calidad que tantos añoran y persiguen necesita, más que otra cosa,
educadores de calidad, es decir, MAESTROS. Tenemos muchos licenciados, profesores y
hasta magisters, pero escasean cada vez más los maestros: hombres y mujeres que encarnen
estilos de vida, ideales, modos de realización humana. Personas orgullosas y felices de ser
maestros, que asumen su profesión como una tarea humanizadora, vivificante, como un
proceso de desinstalación y de ruptura con las prácticas rutinarias. Que buscan la formación
permanente ya no para acaparar títulos, credenciales y diplomas, sino para servir mejor a
los alumnos.
Maestros que ayudan a buscar conocimientos sin imponerlos, que guían las mentes sin
moldearlas, que facilitan una relación progresiva con la verdad y viven su tarea como una
aventura humanizadora en colaboración con otros. Maestros comprometidos en revitalizar
la sociedad, empeñados en superar mediante la educación la actual crisis de civilización
que estamos sufriendo, capaces de reflexionar y de aprender permanentemente de su hacer
pedagógico, y que se responsabilizan por los resultados de su trabajo. Maestros preparados
y dispuestos a liderar los cambios necesarios, que se esfuerzan cada día por ser mejores, y
por mejorar la educación y la sociedad.
Maestros que se conciben y asumen como educadores de humanidad, no ya de una materia
o un grado, sino de un proyecto, de unos valores, de una forma de ser y de sentir. Ser
maestro, educador, es algo más sublime, complejo e importante que enseñar matemáticas,
lectoescritura, inglés, computación o electricidad. Educar es alumbrar personas autónomas,
libres y solidarias, dar la mano, ofrecer los ojos para que los alumnos se puedan mirar en
ellos y verse importantes y bellos y así puedan mirar la realidad sin miedo. El quehacer del
maestro es misión y no simplemente profesión. Implica no sólo dedicar horas, sino dedicar
alma. Exige no sólo ocupación, sino vocación. El maestro está dispuesto no sólo a dar
clases, a dar tiempo, sino a darse.
La educación implica una tarea de liberación y de responsabilización. El maestro tiene una
irrenunciable misión de partero de la personalidad y del espíritu. Es alguien que entiende y
asume la transcendencia de su misión, consciente de que no se agota con impartir
conocimientos o propiciar el desarrollo de habilidades y destrezas, sino que se dirige a
formar personas, a enseñar a vivir con autenticidad, con sentido y con proyecto, con valores
definidos, con realidades, incógnitas y esperanzas.
En esta larga tarea de aprender a ser maestro, Jesús, el maestro de maestros, ha guiado mis
pasos y alimentado mis esperanzas y mis búsquedas. El enseñaba con la palabra y con la
vida asomándonos a la Buena Noticia de un Dios Padre-Madre que nos ama
entrañablemente e invitándonos a alcanzar la plenitud humana en el servicio feliz y
desinteresado a los demás, especialmente a los más débiles y pequeños. El recibir hoy el
premio “Jesús Maestro” me compromete a seguirle con más radicalidad e intentar ser
maestro a lo Jesús".
Compartimos también el siguiente video para la reflexión:
Recibamos la bendición del Papa Francisco..